martes, 18 de septiembre de 2012

Un saludo a la vida!


Hace poco murió alguien conocido, no muy cercano. Supe lo suficiente de él, como para saber que era un joven optimista, alegre, trabajador, buen amigo, buen hijo, profesional en ascenso, lleno de esperanzas, lleno de sueños; sin embargo, un buen día soleado...su tiempo en este mundo expiró. Me dió pesar su prematura muerte. Lo cual me hizo pensar en la fragilidad de la vida. Si él hubiera sabido que le esperaba ese trágico destino y hubiera sabido que era inevitable ese final, ¿qué preparaciones hubiese hecho? ¿cuántas cosas hubiese podido decir? ¿a cuántos habría perdonado ó habría pedido perdón? ¿a cuántos quiso haber abrazado? ¿qué deseo hubiese realizado? Es una cantidad inimaginable de preguntas que me hago en este momento. Pero él se ha ido, y sólo Dios sabrá el resto de su historia. 


Sin embargo, empecé a observar lo que sucede a mi alrededor, por todos lados, noticias de conflictos, de odio, de miseria, de ansiedad y dolor. Creo que todo nace de la estúpida creencia humana de que somos inmortales y siempre habrá un mañana. ¿Cuántas decisiones importantes hemos postergado en nuestra vida? ¿A cuántas personas vamos lastimando en nuestro caminar y ni siquiera nos inmutamos? El pasado es algo que no podemos cambiar, y dudo que alguien logre inventar la máquina del tiempo, así que ahí ya no podemos regresar, ni en pensamientos ni en deseos, ya todo eso pasó. El futuro está lleno de esperanzas, de valoraciones estimadas, de ilusiones promisorias...pero tampoco ahí se puede hacer nada, hay mucho que esperar y muchos factores que pueden hacer que las cosas tomen otra dirección distinta a lo que creo o espero. Así que mi tiempo es hoy. Este instante precioso. Este momento en que saludo a la vida, en el cual me puedo detener y ser agradecida por mis circunstancias actuales. Aún tengo cosas que resolver en mi interior, pero estoy empezando por esto, por cambiar mi actitud hacia la vida. No quiero dar por garantizado nada, porque realmente nada tengo ni nada soy, más que una fracción de segundo en una eternidad que me abraza. Quiero tomarme el tiempo para dejar que el sol bese mi piel, sin pensar en la contaminación y el agujero en la capa de ozono. Quiero estar a la orilla del mar, cerrar los ojos y disfrutar ese momento, del rumor y vaivén de las olas, del olor a sal...del viento agitando la bandera que es mi pelo.
Ya no quiero más, cargar con mis errores del pasado, quiero dejar atrás esa mochila de desgracias y tristeza. Ya no quiero seguirme moviendo en las arenas movedizas del "hubiera". Confieso que hay una lucha interna, creo que el futuro viste un telón de teatro aún no develado, y por momentos me dá por soñar y otros   me dá por querer esconderme bajo mis sábanas. Luego me detengo de nuevo, y pienso...¿para qué preocuparme? Aún no es hora de esa función, aún no es tiempo de saber lo que viene. Entonces, ¿por qué habré de abrir la puerta a la ansiedad? ¿al afán? Debo cada día atarme un cordel al anular, para recordar que debo vivir cada día, haciendo mi mejor esfuerzo, equivocándome quizás miles de veces, pero con mi fé intacta, conociendo mi naturaleza y rindiéndola incondicionalmente a Dios. El único que sabe cuantos pasos debemos recorrer en esta travesía y aventura llamada vida, tan finita, tan incierta, tan preciada...