martes, 7 de diciembre de 2010

El Arbol de Limones


En el patio de mi casa hay un árbol de limones que se resiste a morir, pese a que tiene plasmada en la frente un letrero que dice en letras a lo García Márquez "crónica de una muerte anunciada". Ha sido azotado por los veranos ardientes de mi ciudad y las lluvias copiosas y cada vez más erráticas, ha sufrido más de un viento huracanado capaz de levantar techos y derribar postes de luz, pero ineficaz para derribar la voluntad de hierro del palito de limones. ¿Y qué decir de los limones? Hace dos años que pienso "esta sí es la última vez que habrá cosecha", sin embargo, cada vez más siento una cachetada de burla al comprobar que no es una si no dos las cosechas al año que noblemente produce el arbolito, tan generoso que produce para el consumo domestico y el de las cocinas del vecindario y de todo aquel que alargue la mano por el cerco y baje el fruto. El tronco del árbol es un milagro de la ciencia que desafía la gravedad, ya que la mitad está podrido verticalmente, mientras en la otra mitad se observa un espíritu de lucha y abrazo a la vida impresionante. Y estoy pensando en este arbolito mientras trato tambien de abrazarme a la vida, mientras trato de luchar contra los vientos huracanados que me dicen que me rinda, que ya no vale la pena luchar. Y así como ese árbol estoy llamada a dar fruto, y no cualquier fruto, sino un fruto que valga la pena, un fruto que pueda servir a otros. Y si dejara aún más volar mi imaginación, y contra toda lógica pudiera comprender la razón del porqué ese árbol de limones sigue luchando, talvez entendería que sencillamente sólo no podría, se sostiene sólo por la misericordia divina, así como yo.

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